Tañidos para el cante grande (17/07/2021)


  • Zalamea la Real vivió una noche de excelencia cantaora con un firmamento de guitarras

    Con la mochila cargada de buenas intenciones para escuchar un buen flamenco alejado de los circuitos de escuadra y cartabón de la Junta de Andalucía, el impacto visual entre jarales y encinas de la cuenca minera contrastó con el destino, el Paseo Redondo de Zalamea la Real, frente a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, un espacio rodeado de calles impolutas y prodigiosamente pavimentadas para creer en lo jondo y vivir los sueños.

    Reinaba la noche sombría, pero entre los contrafuertes de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción brillaba un firmamento de estrellas cordófonas, la guitarra, instrumento que tuvo una incidencia determinante en el éxito del encuentro, donde los cantaores pudieron bañar las melodías a placer en sus sonidos fugitivos como antaño lo hiciera Salomé, la hija del sabio Rey, a la que la leyenda la sitúa en el origen de Zalamea cuando se bañó en la fuente del Fresno y no pudo soportar los humos sulfurosos que se desprendían de la fundición de cobre, metal cobrizo que sirvió para cubrir las paredes del templo de Salomón en Jerusalén.

    Pero los ángeles del oratorio de la guitarra volaron a la hora en punto anunciada y con un sonido sin mácula al son de la jerezana Alba Espert, guitarrista de concierto que provocó un placentero silencio con la rondeña de Manolo Sanlúcar, continuó con una granaína de gran aliento poético en la mano derecha y arrojó una pasión desbordante en la taranta, con lo que a sus 24 años dejó para el recuerdo sentido de la estética y fidelidad a los palos ejecutados.

    David Soto, almeriense residente en Huelva, adaptó la pulcritud de sus notas a Antonio Fernández, un cantaor de Herrera que, sin ser profesional consagrado, supo dar el ambiente propicio a los estilos, pues confirió elegancia y muy buen gusto a la malagueña de La Peñaranda con rondeña y las soleares de Alcalá, supo intercalar motivos para la complacencia entre los tercios de los tientos-tangos y mostró el carisma de los fandangos de Huelva desde las perspectivas más agradecidas.

    Pero la maestría en el toque estaría aún por llegar. Y es que cuando apareció el sevillano Juan Campallo y mostró los primeros acordes, la elegancia rítmica se apoderó de las cuerdas de la garganta de la jerezana Tamara Tañé, que se mostró primero muy convincente en la soleá por bulerías con dos palmeros de lujo, luego puso de manifiesto que está dotada de sobradas herramientas para encarar la dificultad y gitanería de la seguiriya, continuó con el sabor caletero de las alegrías y culminó su actuación con momentos sublimes y emocionantes por bulerías, haciendo incluso un "bis" con un fandango de Manuel Torre preñado de fuerza y hondura. Inolvidable.

    Y al cierre, la entidad y brillantez de Antonio Carrión, guitarrista de sobrada experiencia y solidez que aportó toda la musicalidad que demandaba Rubito Hijo, un cantaor morisco de garantía y muy serio, de los que no caricaturiza los cantes y que dio una prestación fabulosa a la granaína y media granaína; concedió rotundidad, anchura y autoridad a los tientos-tangos y a la bulería, y dejó a todos atónitos con unos fandangos valientes de Paco Toronjo de espeluzno, dotados de un sonido embriagador, sedosos y mórbidos, a la par de dúctiles y transparentes en lo literario, de un refinamiento tímbrico impactante.